¿Por qué
aún nadie parecía haber visto la verdadera valía que en su corazón
habitaba? ¿Por qué todavía no había visto a nadie referirse al
maravilloso brillo de sus ojos? Tan serio y callado, a veces empezaba
a pensar que era de piedra. Otras reía, como si fueran dos personas
totalmente diferentes en un mismo cuerpo. También era capaz de
desaparecer, como si nada fuera lo suficientemente importante para
él, y luego pedía perdón porque realmente podía afectarle.
Jamás
aprendí a pintar, no sé fotografiar. Tampoco podría captarlo en
una grabación, pero me había empeñado en que tenía que hablar
sobre él. Contarle al mundo entero cómo era él, aunque así me
estuviera exponiendo a que otra mucha gente pudiera ver lo especial
que era y que me olvidara. Pero todo fuera por ser fiel a mis
convicciones, así que ya me conocéis... ¿Qué mejor manera que
esta?
Cuando no
se conoce a una persona, o no lo suficiente, siempre se tiende a
compararla con alguien que sí conocemos, y luego terminar de
completar el puzzle con las piezas que faltan. Pegando de aquí y de
allá, como si tuviéramos ese don, como si eso pudiera ser posible.
Generalizamos porque no aceptamos que cada persona es un reto, un
mundo aparte, con sus miedos, sus manías, sus puntos débiles y sus
fortalezas. Él, al igual que todos nosotros, también tiene su
historia, su pasado, y un puñado de sueños que quisiera cumplir.
¿Por qué no escucharle?
En el fondo
de mi pequeño ser, asustado y casi desconfiado hacia mis semejantes,
había captado esa pizca de magia al instante de ver aquella mirada.
Lo sentí como una leve conexión, como un chispazo, como el sonido
que se escucha cuando algo encaja en otro algo. Y, quién sabe,
quizás fuera fruto de mi imaginación, algo aniñada y distraída
como siempre, que se entretenía en jugar al escondite cuando yo más
desanimada estaba. Pero yo debía saber quién era él, conocerle,
meterme en su mini mundo en el que no mucha gente podía entrar. Era
mi reto, y ya tenía por lo que sonreír.
En algún
punto de nuestra amistad, dejé de tener plena consciencia del tiempo
cuando hablaba con él. En ocasiones su silencio podía alargarse
durante horas, y otras tan sólo era cuestión de minutos.
Imprevisible, casi como si se estuviera burlando de mí. Yo me
limitaba a seguir sus extrañas pautas, quizás por el miedo a que se
aburriera y, una vez más, se volatilizara en el aire. Pero,
curiosamente, seguía allí cada vez que abría los ojos, él seguía
de pie frente a mí. Me preguntaba si no tendría dónde ir, quien le
acompañara, o simplemente quien, contrariado por la dureza infantil
que irradiaba su mirada, instintivamente rodeara su cintura con los
brazos..
Se
atropellaba al hablar. Decía muchas cosas en muy poco tiempo, casi
como si tuviese miedo de olvidarse, o como si quisiera acercarme más
a él. Y es curioso porque, entre tantas otras historias de las que
alcancé a escucharle, supe que habían sido crueles con él. Él no
lo decía en voz alta, tan sólo recopilaba capítulos, instantes,
con personas y en escenarios muy dispares, pero era obvio que lo
pensaba. Lo sé porque su voz se tornaba ausente, parecía como si
aquello que contaba no fuera su vida, su pasado, o sus problemas.
Luego, bruscamente cambiaba de tema, sonreía y comenzaba a
desvariar. Era gracioso y, al mismo tiempo, confuso de ver. No tiene
una personalidad que me sea familiar, ni siquiera podría
catalogarle, o definirle. Él es especial, lo supe prácticamente
desde que lo vi, pero con el tiempo había empezado a valorar más
otras cosas, otros aspectos. Precisamente aquellos que casi nadie
desea conocer, que muy pocos ven en una persona. Descubrí que lo que
más valía de él no eran las apariencias, sino el inmenso corazón
que poseía, sus buenas intenciones, su deseo por creer en los demás.
A veces,
¡qué tonta! Pienso que, quizás, sea por eso por lo que yo entré
en su vida, a trompicones y sin mucho que decir salvo lo típico.
Para recordarle, si no cada día de vez en cuando, lo mucho que le
hacía falta a este mundo alguien como él. Quizás por eso mi camino
y el suyo se tuvieron que encontrar un día cualquiera de Abril.
Quizás por eso escribí esto. Porque aún nadie parecía haber
visto la verdadera valía que en su corazón habitaba.