No hay amor
más grande, más fuerte y más importante que aquel que es
correspondido. Porque, si simplemente se dice “yo también”, todo
lo demás pasa a ser irrelevante. Las dificultades, las
diferencias... Todo eso se acepta con esas dos hermosas palabras.
Amar, por
suerte o por desgracia, no se da muchas veces a lo largo de la
existencia normal de una persona. Puedes querer a mucha gente,
tenerles cariño, apreciarlos...Pero amar, eso es otra cosa. Es una
de esas cosas que por mucho que pretendas planificar o por mucho que
lo hayas soñado, al final termina sucediendo en ese momento y lugar
que tu imaginación no tuvo en cuenta. Y te sorprende una vez más.
Porque el amor es como un niño pequeño que no se cansa de jugar al
escondite, que siempre conocerá ese rincón que tú no y terminará
dándole la vuelta al tablero.
No, todos
sabemos que no es para nada fácil encontrar algo así. Y no me
refiero al amor que se corresponde con el tiempo, el que cambia por
costumbre o por sobreentendimiento, no. Me refiero al amor que, tal
cual se choca, tal cual surje. Sin mucha premeditación ni balance
previo.
Y díganme,
¿quién está preparado para algo así? Nadie. Sorprendentemente.
Estamos preparados incluso para guerras pero, ¿quién se encuentra
preparado para amar y ser amado? De ahí estas palabras que hoy
escribo.
Él
apareció un buen día del pasado año. Y como toda historia
realmente importante, no teníamos ni idea de lo que iba a pasar. Nos
enfrentábamos a algo incierto, de duración indeterminada y en
nuestro caso, con demasiados factores en contra. Ahí fue, justo
entonces, cuando apareció el amor.
No fue
sencillo encauzar dos mentalidades tan difíciles como las nuestras
en un objetivo común que nos diera las fuerzas suficientes para
luchar. Nos costó (y a día de hoy, en ocasiones, todavía nos
supone un esfuerzo adicional) entender que aquello que compartíamos
no era tan sólo una relación, sino una oportunidad perfecta para
mejorar, para mejorarnos. Porque aquello era amor.
Mañana
comenzará el que espero que sea “El primer día del resto de
nuestras vidas”. Él me ha dado un motivo para vivir, y quiero que
este fin de semana él me conceda el honor de ser el suyo.