martes, 26 de junio de 2012

Fuego Acondicionado


¿Dónde quedaron las palabras, aquellas que me ayudaban a exteriorizar lo que sentía o simplemente lo que quería decir? ¿Dónde están aquellos momentos de inspiración fugaz que solamente se veían apaciguados con la escritura inmediata? La Leyenda que fui, ¿adónde fue?

Sigo teniendo aquel duende, aquellas ganas de contar cada segundo de mi vida pero algo sé que ha cambiado. Ya no soy la niña que veía en un folio en blanco un horizonte que rellenar de divagaciones y pensamientos absurdos y, muchas veces, repetitivos. Ni siquiera me llama la atención el hecho de que me podáis conocer más allá de lo políticamente correcto e introductorio que es el mundo de Internet. Ahora tan sólo me mueve el deseo de no permitir que el tiempo cause estragos en lo que yo considero mi don, que es este. Nada más.

Supongo que ya habré dicho todo lo que debía decir. Supongo que os defraudo en ese caso. En este tiempo, desde que comencé esta nueva etapa, digamos que no he querido plasmar más de lo necesario porque tenía demasiado miedo. Miedo a leer lo que por dentro estaba viviendo, a darme cuenta de todo lo que había y estaba perdiendo por momentos. Han sido -y siguen siendo- meses duros para mí, lo reconozco.

Se dan dos opiniones, antítesis la una de la otra y competitivas entre sí, acerca de mí a mi alrededor. Por un lado, la faceta inquisitiva y dictatorial, egoísta y egocéntrica. Por otro lado, valiosa, única, como una especie de salvadora, o de luz que guía. Me cuesta elegir a quién he de creer. A mis ojos todos tienen razón, mas comprendo que a vosotros os cueste entender cómo es eso posible.

También existen vacíos, huecos de sentimientos. El instante ese que sucede cuando los cañones de ambos bandos han gastado su munición y deben ser recargados. Ese punto muerto en el que no se está ni en paz, ni en guerra, sólo en silencio. Luego se vuelve al bombardeo pero, ¿se recuerda el motivo? Entonces, ¿por qué continúa la ira?

Cómo no, un texto mío que cambia de sentido conforme lo escribo. Comenzó siendo un grito de nostalgia a la escritora que creo que una vez fui, y termina siendo un lamento, como una especie de llamada a la cordura y la tranquilidad.

Sea como sea y un poco tarde, ¡Bienvenidos a mi Mundo!

martes, 5 de junio de 2012

Neverland

No es tan sencillo. A veces ni siquiera es tan complicado. No es algo que tenga base científica, ni tampoco una suposición. Simplemente un día ves que las cosas han cambiado. ¿Por qué? Tal vez sea por su naturaleza, o porque haya llegado el momento, o porque sí, sin más explicación. ¿De qué sirve un “por qué” si no va a solucionar el “por cuánto tiempo”?

Mientras que el día a día no para de cambiar, echar marcha atrás, rectificar y volver a cambiar, nosotros vivimos a un ritmo mucho más lento, asimilando de forma tardía lo que va sucediendo unos pasos más adelante nuestra. Vamos clasificándolo todo conforme nos ocurre según lo que creemos que es. ¿Nos lo merecemos, no nos lo merecemos? ¿Es increíble o se podía sospechar? ¿Es injusto o tiene lógica? Sea lo que sea lo que creamos saber, es incierto. Lo es por el simple hecho de que no tenemos realmente un control exacto de nuestras vidas, sino que solamente somos espectadores de ella, con algún que otro apunte a pie de página.

Una vida humana no solamente está influenciada por quien la vive, sino por las personas que se intercalan en esa experiencia. No es algo que cada uno tengamos con nosotros mismos, como una especie de secreto, sino mas bien como un hogar en el cual se transcurren muchas historias, y vienen a visitarnos muchas personas. Se le llama hogar porque tiene pasado, y se le llama casa cuando solamente tiene paredes.

Personalmente, apenas me sorprende ya nada. Quizás sea porque ya me lo puedo esperar todo, bueno y no tan bueno. Es más, quizás sea porque siempre intento llevarle la contraria a los cambios y voy un par de pasos por delante. Pero no puedo negar que hay momentos en los que digo y de manera muy orgullosa “me he equivocado totalmente”. Y lo hago con una sonrisa.

Ya veis, hace un tiempo (demasiado como para recordarlo) dejé de creer en algo. Pensar que podría existir y que me podría pasar a mí eran dos casualidades situadas en dos polos opuestos. Erré mucho, y aún hoy lo sigo haciendo constantemente cien mil veces al día, pero sé que no me equivoco si afirmo que no es tan sencillo, pero que tampoco fue tan complicado. Solamente era cuestión de tener paciencia, y de fijarse en los matices :)