Viejo amigo, llegó la hora de la
despedida. Supongo que las cosas son así, y todo son simples ciclos
que van abriéndose y cerrándose con el tiempo, pero aún así,
duele. Tú me viste crecer y a mí me toca ahora verte morir. Una
muerte injusta y prematura aunque, amigo, tú ya no tendrás más
tiempo para averiguarlo.
Dicen que sois todo hierro y engranajes
nada más. Simples máquinas transportadoras, sin alma, sin
sentimientos, pero en mi mente tu voz resuena pidiendo justicia y,
sorprendentemente, dándonos las gracias por la vida que te dimos.
Una vida larga y eficiente pero con un abrupto e inesperado final.
Mi gran guerrero, mi fiera y destello
con ruedas del color de la noche profunda, ¿recuerdas cómo cortabas
el viento, cómo rugías en mitad de la tormenta y aguardabas, día
tras día, sin queja ni debilidad, tu destino?
Cobijaste a tu fiel amigo, tu
compañero, mi padre, e incluso diste tu vida por la suya, así de
noble eras. Le protegiste en ese segundo en el que todo se iba a
decidir y decidiste darle tu oportunidad a él. Y él, hoy, llora más
que nunca tu ausencia. Os valorásteis en la soledad de aquellos
líderes caídos, aquellos orgullos heridos y os abrazásteis como si
no existiera nadie más a vuestro alrededor. Hicisteis kilómetros,
etapas, alegrías y tristezas fundidos el uno con el otro, juntos
siempre y juntos ante todo.
Y yo, recuerdo cuán impactada me quedé
la primera vez que te tuve ante mí. Me sentía muy pequeña enfrente
tuya, y muy segura dentro de ti. Tu belleza, la majestuosidad de tu
porte, tu elegancia, lo fácil que te resultaba ser imponente, era
todo como un espejismo de respeto y admiración. Y supe, desde
aquella primera ronda de reconocimiento cuando yo apenas tendría 10
años, que te quería. Era una locura, pero era un sentimiento que
jamás había sentido por ninguno como tú y por ello, quizás fuiste
diferente para mí.
Yo estaba allí, ¿recuerdas? La
primera vez que te pusiste en marcha, cuando entrenaste tus ruedas,
cuando rugiste por primera vez. Y ahora estoy aquí, pensando que tu
alma -aquella que nadie cree que tuvieras salvo yo- vale mucho más
que muchas humanas, así lo has demostrado.
Tuviste tus errores, tus fallos y
achaques pero siempre supiste sobreponerte estoicamente a todos ellos
con la firmeza que sólo un héroe tiene. Pero esta fue tu última
cruzada así que ahora, amigo, descansa en paz. Es tu momento, el
momento de brillar por última vez, de dar un último y largo suspiro
en forma de último viaje. De gruñir de satisfacción y de apagarte
para siempre. Un momento merecido aunque precipitado para todos.
Mientras escribo estas líneas mis lágrimas brotan sin parar, no puedo evitarlo. Ya tan sólo me quedan tus encendedores, rescoldos de aquella fuerza y aquel fuego del que un día, hace no mucho tiempo, hiciste gala. De lo único que me arrepentiré siempre es de no haberte podido decir ADIÓS, con un beso a escondidas y una pasada con mi mano sobre tu azul oscuro capó. Y, aunque pueda ser un poco tarde, ADIÓS, MI QUERIDO Y YA ETERNO PARA SIEMPRE “AUDI A6”.