A
veces me despisto. Se marcha el tren y tengo que esperar al
siguiente. Eso ha dejado de importarme porque he empezado a darme
cuenta de que es algo que no puedo cambiar de mí. Me enfrasco tanto
en mi mundo y en mi rutina que apenas sé si realmente está pasando
el tiempo. Pero cada día me siento mayor. Eso es algo inevitable
puesto que mi mecanismo de tanto trabajar antes se ha oxidado.
Me
adapto casi diariamente a los cambios que con los que de bruces me
choco. Ya ni siquiera me paro a analizarlos. Ya no tengo ese interés
pues sé que por mucho que me esfuerce, actualmente escapan de mis
límites de conocimiento y lógica.
Por
otro lado, no sé cuáles han sido mis errores pero eso es otra cosa
que poco o nada me importa a estas alturas. En ocasiones pienso que,
quizás, fueron los mismos repetidos con muchas personas. Quizás
muchas personas que quisieron tropezarse con esos mismos errores
míos. De todas formas las disculpas son como las lágrimas. Cuantas
menos y más contadas, más reservas para el mañana. Para cuando
valgan.
Donde
unos ven tinta yo veo sólo cenizas. Recuerdos de una época pasada,
ahora tan ajada, cuyos recuerdos todavía duelen pero han dejado de
existir. Días fríos sin niebla, soles que no calientan. Historias
de bar demasiado vívidas y reales, abrazos furtivos como prostitutas
de esquina, unas palabras de ánimo que tardan en llegar mientras se
hace vida.
¿Qué
más da? Quien ha pecado, lo volverá a hacer. No aprenderá mas no
por ello dejará de mejorar porque todo, dicen, es mejorable. Seas
como seas o quien seas, siempre serás el mejor en lo que eres. Para
bien o para mal pero eso es otra historia. Justo las que no cuentan
en los libros, como las notas a pie de página. ¿Quién se fija en
ellas? Son las que realmente aclaran ese mal trago pero le quitan
emoción a la escena. Y no queremos cuentos sin gracia.
Mi
mejor y peor decisión fue convertirme en aquello que habría
admirado en mi niñez. Ser aquel tipo de persona protectora que en
esos momentos yo no conocía y que necesitaba. Pero me olvido de que
aquella niña a la busco defender hoy soy yo. Aquella niña indefensa
y tan débil luchó por ser alguien que pudiera serle de ayuda a
alguien indefenso y débil. Y en ese mismo trayecto se protegió a sí
misma. Consiguió su meta. Porque por mucho que hubiera sufrido,
demostró cuán fuerte puede llegar a ser una persona si persigue un
objetivo.
Defectos.
Algo tan personal e inherente al ser humano como una huella dactilar.
Juzgarlos es igual de absurdo que ensalzarlos. Acepta que están ahí
y no hagas más preguntas. Búscale el lado romántico o el lado
inhumano, pero no busques su cambio. Porque a fin de cuentas ese es
el toque genuino el ser humano.
El
sentido carece de sí mismo hoy y aquí. Eso es algo que él y yo
sabemos bien.