Por primera vez en este nuevo medio del que me he provisto, quisiera hablarles de Él. Quizás la primera y la última ocasión que tenga de decir finalmente todo lo que aún permanecía en mi corazón referente a su persona.
Todo era más perfecto cuando desconocía qué podía pasar mañana. Vivía al día, sin más sentimiento que el de superar los obstáculos que nos propusiéramos. Al menos aquello, ahora, resulta mucho más sencillo que todo esto. Pero no me permite avanzar, ¿saben? Por eso, quisiera desaprender en un segundo lo que en todo este tiempo fui aprendiendo de Él. Olvidar de qué color eran sus ojos siempre y cuando no rehuían los míos. Me gustaría saber qué fue para mí... qué fuimos exactamente. Si tiene un instante en su vida, quisiera preguntarle si todavía recuerda las promesas que hicimos a las tantas de la madrugada sin pensar. Justo cuando todo continuaba siendo sencillo y no había más discusiones que por lo cotidiano, que incluso se llegaban a convertir en algo divertido ahora que me da por pensarlo.
Y después de todo, ¿qué nos queda? Intento aceptar que aquella fue la primera y la última vez que podría abrazarle antes de que esto acabara. Y no, no me había parado a imaginar cómo podía ser un momento como este porque para mí aquello no iba a tener fin. Pero aquí está. Tal y como sé que lo planeó. Llegó, como el otoño y el invierno. Como más adelante llegará la primavera, el verano, y todo lo demás. Cuesta asumir algo así cuando no se tiene preparado dentro de un guión, cuando no hay nadie que te diga que va a pasar y que tienes que estar preparada.
Supongo que era mejor así. Aun cuando todavía sigue su nombre escrito en mi agenda, y nuestra historia intercalada entre los días y fechas con celeridad y casi a presión. Cuando veo su regalo sobre mi mesita de noche, su cara risueña, su intención misteriosa. O saco tiempo para sonreír una vez más con aquellas fotografías o al recordar vagamente la expresión de su cara por cada palabra que yo decía... Era una historia abocada al fracaso o al recuerdo eterno, ¿quién lo sabe ya?
Él me solía decir que no nos conocíamos, “¿recuerdas?” Pero aun a pesar de no conocernos, aquello dolió. No significó nada, no fue nada, pero se hizo difícil la despedida. Y es que por mucho que intentáramos sentir de menos, aquel fue nuestro tiempo, sólo nuestro. Y terminamos sintiendo de más, tomando decisiones no compartidas por intentar mejorarlo todo. Intento fallido, me temo.
Pero, aun a pesar de que ya toda la tormenta parece haber pasado, ese sentimiento sigue ahí, imperturbable e inamovible. Eterno para siempre. Una fugacidad constante de aquí al final del camino que me acompañará allí donde vaya. Un amor tan platónico como tormentoso, imposible y casi irreal. Cinco meses que, en su momento, no quise ver cuán importantes y especiales serían para mí en un futuro no tan lejano de aquel instante. Mas ahora ya sí lo puedo ver, ahora entiendo lo que se siente cuando te arrancan lo más preciado que posees de repente y sin previo aviso.
Yo ya no juzgo a nadie. Si se hizo bien, o mal. Si se podía cambiar el curso de las cosas, las circunstancias, la distancia. ¿Qué habría sucedido de ser yo la que apareciera ahora en esas fotografías en las que parece tan feliz? ¿Cuánto tiempo habría durado la pasión, la lujuria, y el deseo tan increíblemente potente que se desbordaba por nuestras miradas si había un mínimo contacto físico? Preguntas y más preguntas que se quedarán guardadas en ese espacio en el que antaño moraba un corazón. Ahora habitarán esos recuerdos suyos en él.
Ese es Él. Ni más, ni menos.