Ya es de
noche. Seguramente dormirás con tu pelo revuelto, la boca
entreabierta y esa expresión tan inocente. A saber qué estarás
soñando, si es que sueñas ahora mismo. De vez en cuando te moverás
por el calor o la agitación de tu mente, respirarás. Tu pecho se
llenará y vaciará como la más hermosa curva que, dormido, puedes
tener en tu cuerpo.
Hoy no
entraba en mis planes escribir. Es más, estoy cansada, casi se me
consiguen cerrar los ojos (lo más probable es que en el próximo
intento lo logren) y no ha sido un día especial salvo, irónicamente,
por este momento. Esta entrada, estas ganas mías de hablar sobre ti.
Recuerdo
aquel día rozando ya Abril, hace relativamente poco tiempo atrás.
Recuerdo el frío de aquella mañana, tantas caras desconocidas,
tanto y tan poco que hacer que resultaba demasiado confuso. Recuerdo
cómo poco a poco fueron pasando las horas, como una película
esperando su final. Te recuerdo allí mas sé que ya no eres aquel.
Has crecido
de la forma más difícil y más valiosa que puede hacerlo una
persona: Por dentro, Niño Perdido. Y ha sido por ti, porque no te
conformaste con asentir frente a las imposiciones, porque tus simples
ansias de conocimiento y tu afán de superación hicieron de ti el
observador perfecto. Sí, te he llamado Niño Perdido como los de
Nunca Jamás, ¿recuerdas? Realmente, ¿quién no está perdido
actualmente por ahí? ¿Quién quisiera encontrarse ahora?
Volviendo a
nuestra historia y siguiendo con el orden cronológico de ella,
recuerdo aquel día rozando por entonces Junio. El tiempo no se había
frenado y nuestro cuento había comenzado ya a escribir sus primeras
líneas en ese transcurso. Días trasnochando a causa de la risa,
días ausentes creando intriga. Días. Y, de repente, esa palabra
llegó en su versión singular. Llego El Día. ¿Habíamos jugado lo
bastante bien nuestras cartas para ganar, o no había servido para
nada? Hoy, con nuestra relación, queda respondida esa pregunta.
A partir de
entonces, muchos pensamientos, charlas en el coche de madrugada,
paseos por el parque, atardeceres, estrellas fugaces, patatas fritas,
mariposas, besos esperando a que los semáforos nos dejaran pasar,
arañazos, kilómetros y coche, lágrimas y carcajadas han pasado.
Tuyas y mías. Nuestras. Compartidas, unidas, y complementarias al
mismo tiempo.
No sé si
agradecerte que me hayas hecho partícipe de tu vida, o suplicarte
que no dejes de formar parte de la mía. Sea como sea, hay algo por
lo que dar gracias y es por esto. El aquí y el ahora que durará de
aquí hasta la eternidad. ¿Estás conmigo?