lunes, 13 de agosto de 2012

Rear Seats.

Ya es de noche. Seguramente dormirás con tu pelo revuelto, la boca entreabierta y esa expresión tan inocente. A saber qué estarás soñando, si es que sueñas ahora mismo. De vez en cuando te moverás por el calor o la agitación de tu mente, respirarás. Tu pecho se llenará y vaciará como la más hermosa curva que, dormido, puedes tener en tu cuerpo.

Hoy no entraba en mis planes escribir. Es más, estoy cansada, casi se me consiguen cerrar los ojos (lo más probable es que en el próximo intento lo logren) y no ha sido un día especial salvo, irónicamente, por este momento. Esta entrada, estas ganas mías de hablar sobre ti.

Recuerdo aquel día rozando ya Abril, hace relativamente poco tiempo atrás. Recuerdo el frío de aquella mañana, tantas caras desconocidas, tanto y tan poco que hacer que resultaba demasiado confuso. Recuerdo cómo poco a poco fueron pasando las horas, como una película esperando su final. Te recuerdo allí mas sé que ya no eres aquel.

Has crecido de la forma más difícil y más valiosa que puede hacerlo una persona: Por dentro, Niño Perdido. Y ha sido por ti, porque no te conformaste con asentir frente a las imposiciones, porque tus simples ansias de conocimiento y tu afán de superación hicieron de ti el observador perfecto. Sí, te he llamado Niño Perdido como los de Nunca Jamás, ¿recuerdas? Realmente, ¿quién no está perdido actualmente por ahí? ¿Quién quisiera encontrarse ahora?

Volviendo a nuestra historia y siguiendo con el orden cronológico de ella, recuerdo aquel día rozando por entonces Junio. El tiempo no se había frenado y nuestro cuento había comenzado ya a escribir sus primeras líneas en ese transcurso. Días trasnochando a causa de la risa, días ausentes creando intriga. Días. Y, de repente, esa palabra llegó en su versión singular. Llego El Día. ¿Habíamos jugado lo bastante bien nuestras cartas para ganar, o no había servido para nada? Hoy, con nuestra relación, queda respondida esa pregunta.

A partir de entonces, muchos pensamientos, charlas en el coche de madrugada, paseos por el parque, atardeceres, estrellas fugaces, patatas fritas, mariposas, besos esperando a que los semáforos nos dejaran pasar, arañazos, kilómetros y coche, lágrimas y carcajadas han pasado. Tuyas y mías. Nuestras. Compartidas, unidas, y complementarias al mismo tiempo.

No sé si agradecerte que me hayas hecho partícipe de tu vida, o suplicarte que no dejes de formar parte de la mía. Sea como sea, hay algo por lo que dar gracias y es por esto. El aquí y el ahora que durará de aquí hasta la eternidad. ¿Estás conmigo?