viernes, 25 de mayo de 2012

Tan sólo sonríeme.

Que nada es para siempre, que el tiempo siempre pasará, y que la vida tiene la capacidad para sorprendernos en cualquier momento, son cosas que ya sabíamos perfectamente tú y yo. Y, aun sabiéndolo, aun teniendo claro que era una locura seguir luchando contracorriente y que apenas nada, por no decir nada, estaba de nuestro lado, seguimos hacia delante.

Cada día me pregunto lo mismo desde hace ya bastantes años. ¿Por qué? Por qué vivir lo vivido, quién decidió que esas historias formarían parte de nuestro carácter y por qué, cansados y desencantados como estamos, continuamos aquí. Yo escribiendo esto, y tú leyéndolo. Qué motivos tenemos hoy para sonreír, y por qué preferimos eso a llorar. Por qué no somos débiles si a eso nos ha ido acostumbrando el devenir de las cosas. Sería la justificación perfecta, y tendría sentido y lógica.

Sin embargo, si tan parecidos somos, entonces no me equivocaré si digo que ciertamente, hemos sido conscientes de la vía fácil que teníamos siendo víctimas de un pasado cruel. Teníamos la solución más sencilla, y la más acorde a la sociedad de intereses en la que nos movemos. ¿Por qué no coger ese camino entonces? Porque, afortunadamente, donde hubo una caída, también hallamos una lección. Aprendimos a cómo no se debe caer, a no cometer los mismos errores. Hicimos fuertes nuestras rodillas y manos de tanto golpear el suelo con ellas. Pero, además, nuestra mente y nuestro sistema de principios se vio fortalecido casi por obligación. De no haber sido así, ¿qué habría sido de nosotros? ¿Habríamos acabado siendo marionetas, presas, o relegados en este mundo? Quién sabe.

No proseguiré este texto diciéndote los típicos consejos de rigor que ambos dos sabemos perfectamente. No hablaré más del pasado que lo justamente necesario para hacerte ver lo mucho que te admiro, y también lo mucho que me reflejo en tus ojos con cada palabra que dices. No te diré cuán especial resulta compartir una rutina junto a alguien que, no sólo se ha sentado frente a mí y ha escuchado mi historia, sino que como respuesta a dicha historia me ha contado la suya como queriendo decirme “Te entiendo. Mira, esto es lo que soy. ¿Lo ves? ¿Me ves?”. No hace falta porque creo, que ya lo he hecho.

1 comentario: