viernes, 13 de abril de 2012

Quei colori...


Un caleidoscopio de colores que, tras agitarlo suavemente, muestra cientos de miles de combinaciones diferentes que se pueden crear con tan sólo unas pocas bolitas de colores en su interior. Como un laberinto de fantasía que jamás podrías dejar de observar, esperando el momento exacto en el que se repitiera la secuencia. Buscarle un fallo, probar que no es tan increíble como parece, deshacer su mito... Quizás yo sea algo así, parecida a otras muchas personas pero tan imposible de catalogar, de zanjar. Diferente a lo semejante y semejante al mismo tiempo, ¿quién lo podría entender? ¿Quién querría hacerlo? Tan sólo es un juego, una forma de matar el tiempo.

Y te preguntarás de dónde habrá podido salir algo así, o quién estaría tan loco como para dar con la fórmula de algo tan sencillo, curioso y complejo como un caleidoscopio. Yo creo que, quien debiera haberlo inventado, debía ser un genio.

Pero ya cosas así no ilusionan porque, al no entenderlas, todo el mundo tiende a no querer solucionarlas, a ponerse a prueba ellos mismos. Y lo terminan metiendo en una caja que, más tarde, adornará otra esquina del trastero. Así pues digamos que soy un juguete más cubriéndose de polvo en una estantería. Pero no porque esté roto, sino porque dejé de interesar, de divertir. El rompecabezas se decidió que era demasiado dificultoso como para continuar intentándolo.

Sin embargo, su magia, su misterio, su truco no morirá con el olvido, ni pasará con las estaciones. Quedará sumido en su sueño tan profundo que se asemejará a la muerte, pero es tan sólo un eterno sueño que podría terminar siempre y cuando alguien deseara resolverlo. Unas manos que investiguen cada parte, cada elemento en su particularidad, que una las piezas y que descubra el secreto. No es difícil, siempre que dichas manos sean acompañadas de cierto toque de optimismo e ilusión. Tan sólo hay que retroceder atrás en el tiempo, cuando era la inocencia quien guiaba nuestros actos y sentimientos. Jugar por el simple deseo de divertirse en soledad.

Ahora, por un instante, os invito a que me acompañéis, a que juguéis conmigo a imaginar. Imaginad que yo, si yo, soy ese caleidoscopio. ¡Qué locura! Antes lo he conjurado bajito pero seguramente no lo hayáis percibido. Pensad por un mínimo y breve instante que yo soy tan extraña como ese objeto. ¿Por cuántas manos habré viajado, cuánta gente se habrá rendido conmigo? ¿Por qué no preguntármelo directamente? Si hubo alguien que halló en dicho truco algo más especial de lo normal. ¿Quién sabe, es mejor saberlo? ¿Por qué no probar suerte? ¿Hay algo que perder, entonces?

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